Gernika
Llevamos dos años celebrando efeméridas relacionadas con un período muy corto de nuestra historia reciente: la II República y la guerra civil. Hoy se cumplen 70 años del brutal bombardeo de la localidad vasca de Gernika, planificado por los sublevados y ejecutado por la aviación de la Alemania nacionalsocialista, la Luftwaffe. Si bien es cierto que los ataques aéreos habían sido empleados como arma de destrucción masiva contra civiles en otras muchas ocasiones [Primera Guerra Mundial; ataques japoneses con armas químicas sobre poblaciones en la China continental..], el bombardeo de Gernika encarnó la primera gran experiencia de este tipo en suelo europeo; fue además, el preludio a los grandes y brutales ataques aéreos Nazi sobre Rotterdam [que quedó reducida a escombros y en la que murieron 900 personas, entre ellas una bisabuela mía] o la polaca Wieluń [destruida en un 75% y en la que murieron unas 1.200 personas].
Gernika simbolizó no sólo el horror de las nuevas tácticas empleadas masivamente por los Aliados o las potencias del Eje [no olvidemos que las potencias Aliadas fueron responsables de brutalidades tales como el bombardeo de Dresde, donde fallecieron más de 35.000 personas], sino la alianza formal entre los sublevados contra la República y las fuerzas fascistas del Eje [la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler]. Los historiadores han sostenido siempre que Gernika fue un ensayo general para las tácticas militares posteriores; otros sostienen que los sublevados pretendían atacar no sólo un centro neurálgico de las conexiones terrestres entre el Ejército de la República en el norte, sino un enclave cultural básico para los nacionalistas vascos. En Gernika, bajo su árbol [Gernikako Arbola] se reunían los fueros de Vizcaya, simbolizando las libertades políticas del pueblo vasco en su conjunto. De hecho, tras el bombardeo y posterior captura por las tropas sublevadas, éstas pretendieron talar el árbol, algo que fue impedido por sus aliados carlistas [defensores de los fueros tradicionales].
La propaganda de los sublevados intentó culpar del bombardeo a la propia República. Los franquistas, alarmados por la indignación general que sacudió el globo tras la destrucción de Gernika, intentaron convencer al mundo y a los españoles de que los responsables de la masacre fueron los republicanos, que antes de evacuar el pueblo la quemaron intencionadamente. Ni las crónicas periodísticas de entonces, ni las pruebas materiales y documentales con las que contamos, permiten sostener semejante mentira.
El impacto del bombardeo de Gernika sobre la opinión mundial de entonces se constató en las manifestaciones que se desarrollaron contra los sublevados y sus aliados fascistas en NuevaYork o Londres; la condena a este crímen de guerra fue unánime entre las democracias occidentales. Gernika, símbolo de la paz y el antimilitarismo en la actualidad, sirvió de inspiración para la obra pictórica más representativa y conocida del s. XX: el Guernica de Picasso. Expuesta por primera vez en el pabellón de la República Española en la Exposición Universal de París, la obra encarna no sólo los horrores de la propia guerra, sino la tragedia colectiva de todo un pueblo sumido en los abismos del totalitarismo franquista y los horrores del régimen en ciernes. Gernika seguirá siendo el principal recuerdo de una guerra atroz; una ciudad mártir símbolo de las brutalidades de todo un régimen, grabada de por vida en la memoria colectiva de los españoles y del mundo.
Gernika simbolizó no sólo el horror de las nuevas tácticas empleadas masivamente por los Aliados o las potencias del Eje [no olvidemos que las potencias Aliadas fueron responsables de brutalidades tales como el bombardeo de Dresde, donde fallecieron más de 35.000 personas], sino la alianza formal entre los sublevados contra la República y las fuerzas fascistas del Eje [la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler]. Los historiadores han sostenido siempre que Gernika fue un ensayo general para las tácticas militares posteriores; otros sostienen que los sublevados pretendían atacar no sólo un centro neurálgico de las conexiones terrestres entre el Ejército de la República en el norte, sino un enclave cultural básico para los nacionalistas vascos. En Gernika, bajo su árbol [Gernikako Arbola] se reunían los fueros de Vizcaya, simbolizando las libertades políticas del pueblo vasco en su conjunto. De hecho, tras el bombardeo y posterior captura por las tropas sublevadas, éstas pretendieron talar el árbol, algo que fue impedido por sus aliados carlistas [defensores de los fueros tradicionales].
La propaganda de los sublevados intentó culpar del bombardeo a la propia República. Los franquistas, alarmados por la indignación general que sacudió el globo tras la destrucción de Gernika, intentaron convencer al mundo y a los españoles de que los responsables de la masacre fueron los republicanos, que antes de evacuar el pueblo la quemaron intencionadamente. Ni las crónicas periodísticas de entonces, ni las pruebas materiales y documentales con las que contamos, permiten sostener semejante mentira.
El impacto del bombardeo de Gernika sobre la opinión mundial de entonces se constató en las manifestaciones que se desarrollaron contra los sublevados y sus aliados fascistas en NuevaYork o Londres; la condena a este crímen de guerra fue unánime entre las democracias occidentales. Gernika, símbolo de la paz y el antimilitarismo en la actualidad, sirvió de inspiración para la obra pictórica más representativa y conocida del s. XX: el Guernica de Picasso. Expuesta por primera vez en el pabellón de la República Española en la Exposición Universal de París, la obra encarna no sólo los horrores de la propia guerra, sino la tragedia colectiva de todo un pueblo sumido en los abismos del totalitarismo franquista y los horrores del régimen en ciernes. Gernika seguirá siendo el principal recuerdo de una guerra atroz; una ciudad mártir símbolo de las brutalidades de todo un régimen, grabada de por vida en la memoria colectiva de los españoles y del mundo.