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Caleidoscopio miércoles, 19 de noviembre de 2008 |

Caminar en círculos, dando vueltas alrededor del vacío que todo lo engulle. Caminar sin saber que camino, a cámara lenta, secuenciado. Un sexenio circular, su trilogía de sentimientos, el júbilo, la caída, la tristeza. Círculos concéntricos, espirales del caos, rectas hacia el abismo. Caminar sólo, sin más compañía que el agujero negro que llevo dentro. La quimera de la recta final, la tierra prometida del que años lleva esperando. La inexistencia de una meta, el retorno al mismo punto de partida. No eres el mismo, me dices sin mirarnos. Has caminado, has crecido. Desgasté la poca suela de mi calzado dando vueltas alrededor de la nada. Cambié los viejos tenis por unas sandalias, las que me llevaron al valle de las mil estupas, su atardecer eterno. Caleidoscopio en mano me dices que no existen las visiones únicas. Cientos de espejos para mi noviembre agridulce, los que me permiten ver en plena noche, los que me enseñan que nada es como parece ser. Pasar el caleidoscopio circular por cada uno de estos últimos seis años. El vértigo de verlo todo multiplicado, en movimiento. La lágrima que difumina mi pasado múltiple, la que me avisa que mi regreso al punto desde el que partí no ha sido en vano, que ya no soy el mismo, que nunca volveré a ser el que fui. 

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Secuencias domingo, 16 de noviembre de 2008 |

Rendirse ante la evidencia de la realidad que a veces duele. Una secuencia de años encadenados, imposibles de contar con los dedos de una mano; mi sexto dedo amputado,  convertido en cruz de planta griega, su dolor al tocarlo, como las heridas que marcaron de por vida mi corazón vaciado, agujero negro de sentimientos ignorados, los supervivientes del huracán de una noche de reyes. Glaciación para un lustro que me supera, congelarme ante el tiempo que pasa sin apenas cambiarme. La misma cara, algún kilo de menos, decenas de lunares nuevos, el abismo de un interior que me aterra, el que llevo dentro. Una carretera a cámara lenta, la reliquia solitaria flotando, secuencias de una noche de chiringuito nocturno e imágenes de un planeta que se mueve. Secuenciar mi vida en fotogramas lentos, como en un viaje visual de mdma, flotando en el espacio infinito de la trilogía temporal que me destruye y levanta. Paisajes abisales para un 16 que vuelve a caer en domingo, sin un amanecer entre barcos, en la reliquia gris de recuerdos, sin el sol azotando nuestras caras. Regresar al punto de partida, acostado en la litera que viró, la representación plástica de mi caída. Las secuencias que se amontonan en el caos del negro del olvido, la imposibilidad de ordenarlas. Fotogramas vitales irrecuperables, intangibles, borrosos. Mi vida como una secuencia quimérica. El dolor. 

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Echo de menos... sábado, 15 de noviembre de 2008 |

Echo de menos tu pelo rojizo, tus patadas, tu obsesión por las galletas, los paseos de medianoche, cuidarte. Echo de menos aquel prado del rayo, los robots de navidad, los 17 de noviembre, la pasta de pimientos, el cantar del inseparable, el silencio, el nuestro. Echo de menos los sueños profundos, despertarme sin la resaca inexplicable que me machaca, la tranquilidad de los buenos momentos que se fueron. Echo de menos los veranos despreocupados, sus viajes al fin del mundo, el atardecer birmano, el amanecer en medio del océano, saludar con las palmas de las manos unidas, el bálsamo de la lejanía. Echo de menos tu compañía casi olvidada, tus regalos, mis muñecos de He-Man, sus castillos, mi infancia de burbuja, el mar de la romántica, a Adassa, Banot, Sima, y a la que siempre está presente sin estarlo, Nira. Echo de menos las playas blancas de Maxorata, pasar un 20 de agosto en Jandía, los documentales de animales futuristas. Echo de menos vivir con 300 euros al mes y ser feliz, los malabarismos de aquella independencia efímera. Echo de menos tantas cosas…

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El limbo martes, 11 de noviembre de 2008 |

Y dejó de llover, así, de sopetón. Las nubes negras se tornaron blancas, dejaron paso a los claros, los que permiten seguir soñando con el verano extinto. Nada nuevo bajo ese sol que vuelve a picar, el que trae consigo buenos recuerdos. Novedades inexistentes, silenciadas por el que mira a otro lado, el que cae en la somnolencia solar, en el insomnio lunar. El caos del sueño herido, sin fases profundas, sin recuperación inmediata. Colinas verdes para la negrura de Aroa, su libertad. Recuerdos de la que se fue y ya no está, la que lloro en silencio, entre el verde de noviembre, entre los pocos amigos que se quedaron, los que resistieron a la noche de mi soledad, al viento amargo que me alejó de todo; los que me ayudaron a seguir caminando. Con noviembre llegó el espacio donde nada es nada, en el que me sumergí sin apenas notarlo, sin tan siquiera quererlo. El limbo del que siente y deja de sentir, del alejamiento y la cercanía, de mil y un antagonismos inexplicables, intratables. Un limbo de problemas viejos, que resucitan para recordarme que hay cosas que jamás cambiarán. De liberaciones liberadoras, de lastres hirientes abandonados, de felicidad amarga, dulce, instantánea, necesitada. El limbo donde lo concreto no existe, donde todo es transitorio. Volatilidad otoñal para el que no sabe qué esperar de las cosas, de los amigos nuevos y viejos, de la familia insurrecta, de ese futuro gris y áspero, como el limbo en el que me hallo. 

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