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Bellum, belli



Algunos creen que la historia de la humanidad puede resumirse a través de sus guerras, los conflictos armados o las hostilidades de toda índole. Pero la historia no puede frivolizarse hasta tal punto; el cambio es, sin lugar a ninguna duda, el motor de la historia universal. El cambio implica evolución, involución; desarrollo, subdesarrollo; rupturas, continuidades. En este punto podemos incluir la aportación de los conflictos armados como generadores e instigadores de las rupturas históricas, pero también como consecuencias directas de dichos marcos de cambio. El peso de los conflictos armados en la historia universal es notable, de eso tampoco podemos dudar, pero erraríamos al considerarlos como elementos determinantes en el devenir humano. Y a pesar de todo lo dicho, algunos conflictos han servido como ejes conductores para entender el pasado, el presente y el futuro más próximo de la humanidad. Los historiadores han organizado temáticamente el pasado a través de los conflictos, algo más que evidente a la hora de explicar las terribles dinámicas del siglo XX. Los relatos históricos más tradicionales se han estructurado en torno a las consecuencias de las guerras; a los antes y los después de los grandes conflictos... Esta manera de concebir el pasado y el presente encierra una profunda carga ideológica que no puede ser omitida: la guera se nos presenta como el motor del cambio [en lugar de como consecuencia de ese mismo cambio], implicando una concepción belicista bastante explícita. Es en esto punto donde discrepo profundamente con estas tesis: las guerras y los conflictos armados son meros desarrollos de los auténticos procesos de ruptura y cambio histórico, relacionados básicamente con las rupturas de corte discursiva, auténticos promotores e instigadores de los nuevos marcos de toda índole.
Siguiendo esta sencilla deducción llegaríamos a la conclusión de que las guerras son apéndices [necesarios o no] de las rupturas discursivas operantes; así, la expansión del liberalismo en toda Europa no podría explicarse sin el vehículo básico materializado en las campañas militares napoleónicas: fue a través de la guerra como los franceses, conscientes de la necesidad de extender el nuevo discurso de los derechos humanos y las libertades [frente a una Europa que encarnaba los valores del absolutismo monolítico y antiguorregimental] a través de las armas, lograron difundir el marco discursivo liberal. Las guerras han sido el vehículo para imponer, difundir o experimentar las rutpuras discursivas operadas a lo largo de la más que turbulenta evolución histórica humana.
Hoy, hace ya cuatro años, el Imperio, arropado por sus lacayos británicos y españoles, dieron inicio a una de las guerras más infames del último medio siglo. A través de toda una serie de burdas mentiras y justificaciones falaces, Bush, Blair y Aznar inauguraron una nueva era mundial caracterizada por su ruptura explícita con el pasado más reciente, las instituciones surgidas tras el final de la peor contienda de la historia humana, y las propias lógicas del liberalismo clásico. Se dio muerte al entramado institucional internacional auspiciado por las naciones que en 1945 decidieron poner fin al anterior sistema de relaciones internacionales de la Sociedad de Naciones. Y lo que es peor aún, se ha dado muerte a una forma muy concreta de entender el mundo. La guerra de Irak no puede ser considerada una guerra cuyo objetivo básico fuera la expansión del discurso liberal en el caótico y dictatotial "Oriente Próximo"; los objetivos de la guerra infame eran otros, los mismos que empujaron en 1880 a los europeos a colonizar y subyugar a los africanos; los mismos que forzaron a los hombres blancos a dominar a los pueblos de Asia... Las nuevas guerras vienen marcadas por intereses económicos a gran escala; por una tecnificación que inhumaniza aún más los conflictos; por unas lógicas falaces que, en lugar de explicitar los auténticos objetivos del conflicto, arropan con repugnantes mentiras, justificaciones carentes de sentido y argumentos ilógicos, sus verdaderas pretensiones. Poco importa el dolor provocado por las más de 650.000 víctimas directas de la guerra en Irak; poco importa el llanto y y el terrible dolor de las personas que apareen en la foto; poco importa, en general, el sufrimiento humano producto de la guerra, cuando lo que realmente importa es extraer un suculento rédito económico del caos en el que se halla sumido Irak. Los mismos que se llenan la boca hablando de libertad, derechos humanos y democracia; los mismos que salen a manifestarse masivamente, arropados por sus propias mentiras, contra las decisiones democráticas de un gobierno..., son los mismos que luego justifican lo injustificable: la ocupación de una nación soberana a través de todo un entramado de mentiras y engaños, con el único fin d extraer un suculento botín de guerra nada desdeñable: el oro negro que muve, a fin de cuentas, el mundo.

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