Deshaciendo identidades
No cabe duda de que ésta está siendo mi semana más postmoderna, queer y relativista; una semana trash [uff que esnob] que corresponde, como no, con una realidad y unos momentos un tanto basura, de crisis y reafrimación personal. En este complejo proceso de rearticulación identitaria me he topado con lo que, hasta el momento, puedo considerar una de las formulaciones teóricas más interesantes de los últimos tiempos: la teoría queer. En mis anteriores posts, especialmente en el de "Cuerpos diferentes", os he dado unas cuantas pinceladas personales de lo que yo considero la esencia de la formulación teórica queer. La premisa fundamental de la teoría queer es el hecho de que las identidades, el género y el sexo son construcciones discursivas no-naturales, productos humanos y culturales, a fin de cuentas. Los activistas queer porponen deshacer cualquier categoría identitaria, cualquier dualismo categórico o dicotomía simplificadora. Básicamente se proponen deconstruir no únicamente identidades, sino las realidades simples hasta ahora defendidas por la mayor parte del cuerpo social.
Las tradicionales dicotomías mujer/hombre, homosexual/heterosexual, monógamo/polígamo, vagina/pene, son meras etiquetas que reducen las realidades a dos únicas verdades objetivas. Desde un punto de vista discursivo, la teoría queer promulga la ruptura discursiva más importante de los últimos tiempos . Propone una auténtica revolución sexual a gran escala, una subversión [sexual] sin parangón que sobrepasa, con creces, la teórica revolución sexual anterior.
Partiendo de esta realidad teórica y discursiva, la teoría queer critica sistemáticamente las identidades definidas y "naturales" surgidas de la anterior revolución teorica-discursiva. Por ejemplo, los homosexuales se dotaron en la anterior ruptura discusiva de una identidad pública colectiva basada en una esencia estable: el ser homosexual. Pero a su vez, esta recién creada identidad se articuló en torno a los conceptos del heteropatriarcado; emuló sus estructuras y dinámicas [internas y externas] y se asimiló, en parte, a las identidades heteronormativas. El deconstructivismo queer promulga la destrucción de las construcciones identitarias normalizadas por el lobby lesbogay que considera necesarias estas identidades ficticias [para la normalización social de las prácticas homosexuales]. De esta manera, los activistas queer se presentan como auténticos rupturistas, ávidos de desmantelar el proyecto normalizador lesbogay heteronormativo, homogeneizador y acrítico. Pretenden detener el proceso de asimilación de la praxis y el discurso homosexual a los valores y las estructuras heteropatriarcales.
Si bien es cierto que la teoría queer llega, en algunos momentos, a ser extremadamente extravagante, poco práctica e incluso muy centrada en el deseo y el placer sexual. Presentan un panorama un tanto variopinto y caótico, marcado por la inexistencia de normativas de ninguna clase y un código ético a la carta [variable, personal, individual...]. Pero lo realmente interesante es que la teoría queer se enfrenta diametralmente con los presupuestos tradicionales del movimiento de liberación homosexual, según el cual había que otorgar voz y presencia al otro/otra, al discriminado/discriminada, y terminar por convertirlo en un ente visible y aceptado por el resto del cuerpo social. Pero los activistas queer no creen en la representación, sino en la acción direcata: no se trata de hablar de alguien ni de representar a l*s otros/otras. Se trata de deconstruir y deshacer las identidades tradicionales y aquellas asimiladas por estas. No existe una identidad hetero u homosexual. Existe una multiplicidad de identidades, desnaturalizadas y carentes del sentido sacro conferido a la identidad binaria. Identidades sexuales construidas al margen del discurso hegemónico; identidades transgresoras en constante cambio y redefinición.