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Tíbet

La historia no es cíclica, ni se repite constantemente; lo que está pasando en estos mismos momentos en el Tíbet es el desarrollo lógico de un proceso largo y tedioso de represión, liberticidio y negación de derechos humanos elementales. Hace casi 19 años, pocos meses antes del estallido de las protestas de Tiananmen, en el Tíbet se produjo el estallido de lo que, en su momento, fue considerada la protesta más importante desde el “alzamiento nacional” del 10 de marzo de 1959. En aquella ocasión, el saldo total de víctimas fue de centenares, millares de desaparecidos y la implantación de la ley marcial en la capital tibetana. Tras más de una década de tensa calma, con un repunte preocupante de los niveles de represión [muy especialmente en el ámbito monástico], y de cara a los Juegos Olímpicos que han de celebrarse este verano en Pekín, ha estallado una revuelta de grandes dimensiones y de una violencia inusitada: el conflicto parece haber entrado en una nueva fase caracterizada por la disolución de la “vía intermedia” del Dalai Lama. La imágenes de monjes y civiles apedreando comercios chinos, incendiando coches patrulla de la policía o formando barricadas en las cercanías del centro histórico de Lhasa son sumamente preocupantes; y lo son más aún las noticias de los primeros muertos productos de la represión policial: se habla de una treintena, pero fuentes del exilio ya hablan de más de un centenar. Medios independientes afirman que más de un millar de tibetanos podrían estar ya detenidos en dependencias chinas: la tortura y la arbitrariedad que caracterizan a las fuerzas policiales chinas ponen en grave riesgo a estos presos políticos. Desde “cómo darle la vuelta” condenamos enérgicamente la represión que sobre los manifestantes está ejerciendo la República Popular China, producto de las décadas de ocupación, represión sistemática y vulneración diaria de derechos humanos elementales. Creemos que la solución a este conflicto olvidado no pasa ni por los tanques ni por asaltar con el Ejército Popular de Liberación ciudades y pueblos levantados contra la tiranía; la noticia de que el Dalai Lama pueda “dimitir” si los niveles de violencia de mantienen en ambos lados es sumamente preocupante: no hay solución lógica a la crisis y al conflicto sin la mediación o participación del líder espiritual tibetano.

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