Xerach F. Smeding

Viajar es el mayor de los placeres disponibles. En un mundo al alcance de todos, donde las comunicaciones permiten llegar a puntos que, hace menos de una centuria parecían estar más allá de las antípodas, las amenazas parecen cernirse sobre los viajeros. La muerte de siete compatriotas en las arenas del desierto yemení, como consecuencia de un brutal atentado terrorista perpetrado por alguna red vinculada a Al-Qaeda, es un aviso a navegantes futuros. Pero también es la demostración palpable de los riesgos a los que están expuestos todos aquellos deseosos de salir de la jaula de cristal europea. Las zonas más inseguras para viajar, en estos mismos momentos, parecen ser Oriente Próximo, Asia Central [Pakistán, Afganistán] y algunas zonas del Sudeste Asiático, y muy especialmente, Indonesia. De nada sirve poner bombas, estrellar coches contra convoyes de turistas, disparar indiscriminadamente en yacimientos arqueológicos o secuestrar a viajeros inocentes, pero desde 1994, 17 viajeros de nacionalidad española han perdido la vida en el extranjero como consecuencia de atentados y actos terroristas. Egipto, Turquía, Irlanda, Marruecos y ahora el Yemen, han sido los escenarios de la barbarie sanguinaria de aquellos cuyo único objetivo consiste en desatar el terror indiscriminado entre los más indefensos. Por ellos, por los viajeros asesinados en el exterior, apasionados del mundo y de todo aquello más allá de nuestras fronteras más cercanas, dedico este post.

Descansen en paz.