Desmemoria socialista
He de reconocer que mi hostilidad hacia el ingobierno de Rodríguez Zapatero se ha agudizado durante estos últimos meses. El término que mejor puede caracterizar a la presente legislatura es el de "decepción"; los socialistas, aupados al poder tras la sangría del 11-M, prometieron una nueva forma de hacer política; aseguraron a los españoles que los desmanes aznarianos y el talante antidemocrático de la mayoría popular darían paso a un nuevo período marcado por el diálogo, el consenso y un gobierno de claro signo progresista.
Dos años después, lo que podría haber sido un auténtico gobierno de izquierdas [capaz de hacer frente a algunas demandas históricas como el reconocimiento a la lucha de todos aquellos que sufrieron persecución, encarcelamiento y muerte por la defensa de la democracia] no es ni la sombra de lo que había prometido ser. Dos años después, la promesa socialista de reconocer y devolver institucionalmente la dignidad a los que dieron con sus huesos en las fosas comunes, nichos y cárceles por defender los valores universales de la democracia y la libertad, es una mera farsa recubierta por una amalgama de adornos progres de nula efectividad.
La demagogia de estos nuevos progres [monárquicos y neoliberales, a la par que se hacen llamar "socialistas y obreros"] no tiene límites. Hace unos días critiqué en este blog el proyecto de Ley de la [des]Memoria Historia que el gabinete de Zapatero pretende impulsar para poner fin al limbo legal en el que se hallan las víctimas de ese otro terrorismo que la nefasta transición hacia la democracia y los partidos de aquella etapa, decidieron olvidar voluntaria y conscientemente [con la terrible excusa de que una "ley de punto y final" era necesaria para abrazar un sistema de derechos y libertades individuales]. Hablamos de aquellos partidos que, con la excusa del consenso, prostituyeron sus valores e ideales básicos [PSOE y PCE, especialmente] para abrazar fervorosamente la bandera del caudillo y a una fiel Corona heredera de las tradiciones franquistas. Aquella generación de políticos españoles [Suárez, Fraga, González o Carrillo] se vanaglorian de haber logrado la implantación de la democracia; la historia oficial[ista] los ha santificado hasta el punto de que el pensamiento único en torno a los hechos de la transición, es la única lectura histórica válida de aquellos trascendentales momentos de nuestra historia colectiva.
Uno de esos capítulos negros de lo que muchos han osado llamar la "modélica transición española [hacia la democracia", fue el asesinato por guardias civiles del estudiante de biología de la Universidad de La Laguna, Javier Fernández Quesada. Leo en rebelión que con el proyecto de Ley de Memoria Histórica de los falsos progres socialistas, este estudiante asesinado por las fuerzas coercitivas del régimen [sí, en 1977, a pesar de la muerte del dictador, aún no existía un sistema de libertades y derechos avalados por una Constitución] no podría ser considerada "víctima del terrorismo y el franquismo" por tan sólo una diferencia de 77 días. Quesada murió un 12 de diciembre de 1977, pero la nueva ley del PSOE sólo estipula como víctimas del franquismo a aquellas personas muertas o encarceladas entre el 1 de enero de 1968 y el 6 de octubre de 1977.
¿Cómo pretenden nuestros progres socialistas defender el innegable hecho de que el 12 de diciembre de 1977 en España aún no existía un régimen democrático y de libertades individuales? ¿No sería más lógico que la fecha límite se ampliara hasta el 6 de diciembre de 1978, momento de aprobación de nuestra actual Constitución? Pues no, los socialistas guiados por su particular lógica [críptica e inconsistente como la de sus adversarios populares] prefieren vincular la fecha límite con la Amnistía decretada por el gobierno, en lugar de hacerlo coincidir con la aprobación, en las urnas, de la voluntad de la mayoría de los españoles de dejar atrás el terrible pasado antidemocrático.
Rodríguez Zapatero, y en su conjunto los socialistas, han logrado transformar su mensaje progresista en uno de clara tendencia conservadora. ¿Cómo entonces es posible entender las siguientes afirmaciones del presidente del ingobierno?
España tuvo un drama histórico, una guerra incivil en la que todo el mundo fue víctima. Hubo víctimas de un lado y de otro.
¿Pretende Rodríguez Zapatero legitimar la tibieza de la Ley de Memoria Histórica haciendo guiños a ambos bandos de la guerra? ¿Es consciente el Presidente del ingobierno que la represión y las matanzas no fueron iguales en uno y otro bando? ¿No creen que lo único incivil en toda esta historia es el propio proyecto de Ley y las esperpénticas declaraciones del Presidente de la Nación?
De todos es sabido que el terrorismo de Estado y la brutalidad de las fuerzas policiales no acabaron con la muerte del pérfido dictador. Estas antidemocráticas prácticas sobrevivieron a la transición y llegaron, aunque metamorfoseadas, a los crímenes estatales practicados por los comandos del GAL socialista y su repulsiva guerra sucia contra ETA. ¿Están los socialistas españoles moralmente capacitados para decidir quienes han de ser consideradas víctimas del terrorismo estatal y franquista? ¿Cómo es posible que el Fernández Quesada y otros manifestantes pro-democracia, muertos en aquellos meses, no puedan ser consideradas víctimas del terrorismo estatal por el capricho de los socialistas de adelantar al 6 de diciembre de 1977 la fecha límite? ¿Es esto moralmente aceptable? ¿Les quedará algo de moral a estos socialistas y falsos progresistas?