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Hoy, hace exactamente 18 años, la policía y las fuerzas armadas de la República Popular China provocaron una de las carnicerías más atroces de finales del siglo pasado. En un mundo convulso por una tambalenate Unión Soviética a punto de desplomarse por sus propias contradicciones y su inviabilidad práctica, y en el inicio de lo que sería una corta pero intensa etapa de prosperidad capitalista, los ciudadanos de la nación más poblada de la Tierra no pudieron quedar al margen de lo que iba a aconteciendo a escala global. Si bien es cierto que las protestas de la plaza de Tiananmen, estrictamente pacíficas y democráticas, fueron la expresión más visible de un movimiento de mayor envergadura que hundía sus raíces en las etapas finales de la Revolución Cultural y las reformas de Deng Xiaoping, existieron importantes precedentes a lo acontecido aquel 4 de junio de 1989. Un año antes, en la ocupada Región Autónoma del Tíbet, se produjeron las primeras revueltas nacionalistas de gran evergadura después de las acontecidas en 1959 [causantes del exilio del Dalai Lama y unos 100.000 tibetanos a la India]. En 1989, unos meses antes de la masacre de Tiananmen, los ciudadanos de la capital tibetana se alzaron en masa contra los ocupantes chinos, protagonizando una de las revueltas más sonadas de la historia de la China comunista. El balance final de las protestas se saldó con millares de tibetanos encarcelados, desaparecidos a la fuerza y centenares de manifestantes acribillados a balazos por las fuerzas de ocupación. Como broche final, el Gobierno chino impuso la ley marcial en todo el Tíbet.
Los precedentes del Tíbet no auguraban un final feliz para los manifestantes de Tiananmen. Entre 1000-2000 personas fallecieron como consecuencia de la represión; los encarcelados y torturados se contaron por miles, y lo que es peor aún, en la actualidad aún hay personas cumpliendo condenas en cárceles chinas por lo acontecido entonces, de hecho, los activistas de Tiananmen aún sufren acoso policial. Como consecuencia de aquella masacre que estremeció a media humanidad, la UE adoptó un embargo e la venta de armas a China que aún se mantiene vigente. En los últimos meses se ha ido popularizando una corriente en el seno de la Unión que propugna el levantamiento de dicho embargo; pero la resolución que sancionó aquella prohibición explicitaba categóricamente que el levantamiento de las sanciones debía estar supeditado a una mejora notable de los derechos humanos en China, algo que, a todas luces, no se ha producido. En Hong Kong, única región donde existe un régimen de libertades controlado, se ha producido una masiva vigilia [55.000 personas] en recuerdo de los manifestantes asesinados y encarcelados por haber participado en el movimiento democrático chino. Aún hoy seguimos esperando respuestas de Pekín, y lo que es peor aún, seguimos esperando la apertura de un proceso que lleve, de una vez por todas, la democracia al "Gigante Rojo".
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